Norcorea y el Sinarquismo Mexicano
Por Diego Martín Velázquez Caballero
La decisión de expulsar del país al embajador de Norcorea es
una profunda equivocación del gobierno mexicano. Geopolíticamente implica tomar
partido en una situación que puede ser grave para la sociedad en el futuro. Lo
más grave, sin embargo, lo constituye el acto de subordinación que el gobierno
peñanietista comete en nombre de México. La tecnocracia mexicana es una chacha
malquerida frente a los Estados Unidos, no tienen donde esconder su grado de
arrobamiento hacia Donald Trump a pesar de los rechazos que éste personaje va a
seguir cometiendo contra nuestro país.
¿Norcorea atenta contra la seguridad nacional de México? La
decisión de sacar al embajador asiático es ridícula y absurda. Hace unos días
se mostraron evidencias al más alto nivel institucional respecto del espionaje
que, supuestamente, se realiza por instrucciones del panista Rafael Moreno
Valle y no sucedió nada. Incluso, el personaje señalado, solicitó a la PGR ser
investigado al respecto –mostrando así- la
confianza en la incompetencia de las instituciones obligadas a encaminar la
seguridad. Lo mismo ocurre en temas de corrupción, delincuencia organizada e
impacto de las políticas públicas. El cambio en la perspectiva de la seguridad
nacional ha sido en perjurio del pueblo. Para el gobierno neoliberal ese concepto
quiere decir externalización, neoextractivismo, contaminación, despojo, etc.
¿Cuál es el sentido de confrontar a Norcorea? De cualquier modo, Norteamérica
mantendrá una política de aislamiento respecto de nuestro país. No habrá
acuerdo migratorio ni renovación del TLCAN.
La política exterior mexicana ha cambiado notablemente en
los últimos años; desafortunadamente, para desmejora. En los primeros años de
los gobiernos postrevolucionarios había una enorme precaución respecto de la
geopolítica vaticana y estadounidense. A partir de la Segunda Guerra Mundial y
durante la Guerra Fría se capituló la soberanía del país a los actores
hegemónicos occidentales.
El “modus vivendi” no fue otra cosa que aceptar la
derechización del país para salvaguardar los intereses norteamericanos. El
impulso desmedido de estas maneras en los últimos años terminó por perjudicar a
la superpotencia de Estados Unidos y no hay manera de revertir la aculturación
objetiva que se ha implementado en el sur de dicho país. Al final, con todas
las medidas severas de migración y proteccionismo, se van a requerir siglos
para que Norteamérica recupere el sur.
El principal beneficiado de este proceso ha sido la derecha
mexicana. Los verdaderos “bad hombres” son los personajes que, milimétricamente,
han infiltrado y asaltado la mayor parte de las instituciones públicas guiados
por los intereses de la iniciativa privada y la Santa Sede. La ineficacia
planeada (Samuel Schmidt) y el Estado eunuco sólo pueden ser objetivos de
personajes al servicio de potencias como las mencionadas antes.
Durante la presidencia de Vicente Fox se constituyó la etapa
boyante de este clerofascismo. Sin embargo, en la historia moderna y
contemporánea del PRI se encuentran personajes al servicio de la ultraderecha
que realizaron bien sus misiones: Gustavo Díaz Ordaz, Fernando Gutiérrez
Barrios, José López Portillo y Miguel de la Madrid Hurtado. Ahora esta
experiencia parece tomar sentido, nuevamente, bajo la probable candidatura de
José Antonio Meade Kuri Breña cuyos antecedentes conservadores, sinarquistas y
tecnócratas son inocultables.
La idea del General Plutarco Elías Calles respecto de que,
si hubiera democracia en México, el presidente llevaría sotana; se cumple
cabalmente. El asalto de las instituciones privadas de educación superior al
gobierno, lo confirma.
A este paso, Rafael Moreno Valle terminará siendo el Miguel
Pro que salvaguardó los intereses nacionales y Andrés Manuel López Obrador
terminará publicando su versión morenista de España Fiel. Mientras tanto, habrá
que esperar el siguiente paso de la política exterior chilindrina que practica
Luis Videgaray.