La Convención Nacional Democrática manifiesta -en su izquierda cultural- llevar a cabo un proceso revolucionario que permita la instauración del comunismo en México. Utiliza argumentos igualistaristas que se contraponen al desarrollo del capitalismo por considerar a éste como la expresión del pesimismo antropológico. Sus ideas sobre la injusticia y desigualdad económica que priva en el país son coherentes en describir el actual estado de cosas, pero me pregunto si su propuesta para tratar de resolver la cuestión es adecuada.
¿Para qué resistir la hegemonía del pensamiento único y las condiciones estructurales que lo representan?, ¿Se puede detener la vorágine consumista de nuestras sociedades?, ¿Qué no es el comunismo un ideal sumamente elevado para nuestra condición humana? Si existe alguna solución sería política; pero el comunismo detesta la política.
Los grandes ideales están seguidos de grandes catástrofes y esa es la ruta del comunismo. El que un país encuentre las condiciones adecuadas para generar su desarrollo depende del entendimiento y cooperación de las clases sociales, así como del diseño institucional que el estado correspondiente posea.
El diseño del Liberalismo Social que propone Norberto Bobbio es la gran tarea del siglo XXI. Reduciendo los contrastes sociales la república encuentra permanencia, un estado dimensionado con justicia permite que la democracia salve a la democracia. Resolver esta incongruencia que nos plantea la renovación de las ideologías es tarea de todos.
Monday, September 24, 2007
Friday, September 07, 2007
¿Fidelidad por Veracruz? El costo del clientelismo político
En días pasados todo México se enteró del arrollador triunfo priísta en Veracruz, en verdad una marea roja contaminantemente venenosa acabó con la oposición (PAN y PRD). La victoria del PRI fue orquestada por su principal operador político: Fidel Herrera Beltrán, y se logró mediante la articulación de la forma más antigua y perjudicial que tiene de hacer política el extinto Partido Oficial. Mediante la permanente entrega de despensas, becas, uniformes, lentes, cemento, varilla, fertilizantes, ganado y el gobernador como Mesías; Fidel Herrera lanzó una estrambótica y eficaz organización que recuperaría la mayor parte de los votos perdidos en la propia elección que, por poco, generaba la alternancia en dicha entidad.
Es verdad que un pésimo liderazgo llevó al PAN a perder, casi todo, lo que había avanzado en términos electorales. Acción Nacional controlaba la mitad de los distritos locales y, aproximadamente, la mitad de los municipios -en ellos a los que contienen las ciudades más importantes-. El fracaso del PAN tiene nombre y apellido: Alejandro Vázquez.
Pero a la mala administración panista hay que sumar el clientelismo del PRI y así la ecuación proporciona el escenario electoral de cinco a uno que ocurrió el primer fin de semana de septiembre. Hay, sin embargo, algo peor que dimensiona el resultado: la afectación territorial y humana que mantiene a Veracruz inundado. He ahí la principal consecuencia del clientelismo político.
Es una falsedad y cobardía señalar que nada puede hacerse frente a los fenómenos naturales. Sí se puede hacer y mucho, si en lugar de conseguir votos los gobernantes se ponen a hacer su trabajo. Tampoco puede utilizarse como justificación la experiencia norteamericana donde la colaboración del ejército mexicano mostro la bondad de nuestro pueblo, ahí la explicación es el racismo: los blancos norteamericanos odian tanto a los negros que ocupan mexicanos para recoger sus cadáveres. Repito, si los gobernadores hicieran su trabajo -y si la sociedad se los exigiera- las catástrofes naturales tendrían menor incidencia en los pueblos.
Clientelismo, masismo y populismo, son muy costosos a largo plazo. Justificarlos como ajustes históricos necesarios para cerrar la brecha entre los grupos sociales es un peligro que puede conducir al autoritarismo y la muerte de la democracia. José Vasconcelos afirmaba que los pueblos no necesitan revoluciones porque se llevan todo lo malo; pero también todo lo bueno. Si es válido relacionar las tendencias revolucionarias con los estilos de gobernar que se mencionan arriba, puede confirmarse la idea del ilustre oaxaqueño con lo sucedido por los huracanes en Veracruz. El populismo del gobernador ha salido muy caro, su convicción de "ajustar" la dinámica veracruzana mediante su personalidad clientelar y masista ha generado que el estado no se encuentre preparado para los embates climáticos.
El gobernante debe conciliar lo que la gente quiere y lo que se necesita. Esa es su responsabilidad histórica y el mínimo talante democrático que permitirá saber quién pudo responder a las exigencias de su tiempo. En Veracruz ya hay una respuesta: Fidel Herrera Beltrán no puede.
Es verdad que un pésimo liderazgo llevó al PAN a perder, casi todo, lo que había avanzado en términos electorales. Acción Nacional controlaba la mitad de los distritos locales y, aproximadamente, la mitad de los municipios -en ellos a los que contienen las ciudades más importantes-. El fracaso del PAN tiene nombre y apellido: Alejandro Vázquez.
Pero a la mala administración panista hay que sumar el clientelismo del PRI y así la ecuación proporciona el escenario electoral de cinco a uno que ocurrió el primer fin de semana de septiembre. Hay, sin embargo, algo peor que dimensiona el resultado: la afectación territorial y humana que mantiene a Veracruz inundado. He ahí la principal consecuencia del clientelismo político.
Es una falsedad y cobardía señalar que nada puede hacerse frente a los fenómenos naturales. Sí se puede hacer y mucho, si en lugar de conseguir votos los gobernantes se ponen a hacer su trabajo. Tampoco puede utilizarse como justificación la experiencia norteamericana donde la colaboración del ejército mexicano mostro la bondad de nuestro pueblo, ahí la explicación es el racismo: los blancos norteamericanos odian tanto a los negros que ocupan mexicanos para recoger sus cadáveres. Repito, si los gobernadores hicieran su trabajo -y si la sociedad se los exigiera- las catástrofes naturales tendrían menor incidencia en los pueblos.
Clientelismo, masismo y populismo, son muy costosos a largo plazo. Justificarlos como ajustes históricos necesarios para cerrar la brecha entre los grupos sociales es un peligro que puede conducir al autoritarismo y la muerte de la democracia. José Vasconcelos afirmaba que los pueblos no necesitan revoluciones porque se llevan todo lo malo; pero también todo lo bueno. Si es válido relacionar las tendencias revolucionarias con los estilos de gobernar que se mencionan arriba, puede confirmarse la idea del ilustre oaxaqueño con lo sucedido por los huracanes en Veracruz. El populismo del gobernador ha salido muy caro, su convicción de "ajustar" la dinámica veracruzana mediante su personalidad clientelar y masista ha generado que el estado no se encuentre preparado para los embates climáticos.
El gobernante debe conciliar lo que la gente quiere y lo que se necesita. Esa es su responsabilidad histórica y el mínimo talante democrático que permitirá saber quién pudo responder a las exigencias de su tiempo. En Veracruz ya hay una respuesta: Fidel Herrera Beltrán no puede.
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